
Cuando el Pacífico se enfría, sus efectos se sienten en todo el planeta. La Niña —esa corriente fría que altera los ritmos del clima global— ha regresado oficialmente, trayendo consigo cambios que podrían impactar desde el cierre de la temporada de huracanes hasta el invierno que se aproxima.
El Centro de Predicción Climática de Estados Unidos (CPC, por sus siglas en inglés) confirmó el 9 de octubre que las condiciones de La Niña comenzaron en septiembre y “probablemente se mantendrán hasta febrero de 2026”.
Esto implica que los próximos meses podrían ser más impredecibles de lo habitual: tormentas tropicales más intensas en el Atlántico, un invierno más frío y húmedo en el noroeste y temperaturas más cálidas en el sureste. Y todo empieza en el océano: una caída en la temperatura del agua en el Pacífico ecuatorial central y oriental puede modificar los patrones climáticos en todo el mundo.
¿Qué es La Niña y por qué tiene tanto impacto en el clima?
La Niña forma parte del ciclo climático natural llamado El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), que alterna entre tres fases: El Niño (agua más cálida de lo normal), La Niña (agua más fría) y una etapa neutral. Durante La Niña, las aguas del Pacífico tropical se enfrían más de lo habitual, afectando los patrones de lluvia, viento y presión atmosférica en distintas regiones del mundo.
Aunque su nombre suene inofensivo, su impacto no lo es: influye directamente en el clima de Estados Unidos, especialmente en otoño, invierno y primavera. Según la Organización Meteorológica Mundial, comprender y anticipar los efectos de La Niña no es solo un interés científico, sino una herramienta esencial para proteger vidas y reducir pérdidas económicas en sectores como la agricultura, energía, salud y transporte.
Final de la temporada de huracanes: ¿más tormentas en camino?
Los meteorólogos coinciden en que la presencia de La Niña podría intensificar el cierre de la temporada de huracanes 2025, que termina oficialmente el 30 de noviembre. Hasta ahora se han formado 10 tormentas con nombre en el Atlántico, de las cuales cuatro se convirtieron en huracanes. Aunque esto está por debajo del promedio histórico (14 tormentas y 7 huracanes), la situación podría cambiar rápidamente.